El Principio del Fin

10 abril 2012
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Extracto del X Pregón de la Semana Santa de Puebla de Sancho Pérez.

Permitidme que en abrir y cerrar de ojos, nos encontremos en una explanada en la que en la antigüedad fue huerto de la gran ciudad, huertos de aquellos primeros hortelanos, que desde un principio cuidaron de ella, para que todo llegase a nuestra vista, y nosotros tenemos el deber de conservarlo para nuestras generaciones. En esta explanada en la cual el silencio es sólo roto por tres llamadas a las plantas de cinco penitentes de ruan negro al filo de la madrugada, después de una larga espera, esta es rota por sones de centuria, centuria que aunque sea comandada por Pilatos, va guardando una Sentencia, Sentencia que escucha el castigo puesto por Poncio Pilatos, mientras su esposa clama clemencia, clemencia que Pilatos, desestima lavándose las manos para no mancharse de cargo. Único paso de misterio que va con manto, un manto blanco, manto de penachos de plumas blancas que guardan una sentencia dictada en la Macarena. La espera ya es menos, todo el tiempo pasado es ya historia, en la plaza no cabe nadie más, pero aunque no quepa nadie, Ella siempre tiene un hueco para uno más. Es en el momento en el que se acerca a la puerta después de una espera, sólo se ve a Ella, aunque esté todo lleno, te encuentras sólo ante Ella, te mira y al dar las gracias por poder estar un año más antes sus plantas, Ella te lo devuelve con una sonrisa, esa que solo se ve al verla salir. Al contemplarla parar el arco, el arco que lleva su nombre, arco de la Macarena, porque donde podíamos estar, mejor que en la tierra de María. para los que me conocéis, sabréis de mi gran devoción hacia Ella, que no es nacida de una cuna, sino de una madrugada hace ya más de una década, en la cual yo no sabía de su existencia, pero Ella si sabría de la mía, ya que fui llamado a su puerta aquella noche. Podría haber ido a cualquier parte de la ciudad pero no llegué a pasar la antigua muralla, sino a quedarme a recibir la Esperanza, esa Esperanza que desde ese día para mi se convirtió en Macarena, y la cual me acompaña cada día, en cada momento, en ese instante en el que te sientes en la más profunda soledad e incertidumbre, basta con sólo recordarla y se rasga esa soledad y aparece esa claridad clamada, que sólo es comparable con el amor de una madre.

NHD Francisco Javier Tejada García


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