Qué más da como te llamen…

31 agosto 2015
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(FRAGMENTO DEL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE EL VISO DEL ALCOR 2015)

El Gólgota era un páramo desangelado. El viento y la lluvia azotaban la espesa tarde, que se había adornado de muerte. José de Arimatea había obtenido el permiso de Pilatos para llevarse el cuerpo. Dos escalas colocadas en el patíbulum, pintaron el descendimiento del hijo del hombre, mientras la sangre del costado abierto, se esparcía con los gruesos goterones de lluvia, en aquella fría tarde de Parasceve. La Virgen, esperaba con los brazos abiertos el triste regalo de la escrituras, entre los sollozos de las mujeres que la arropaban al pie de aquel madero. Longinos, se quitó el Cassis que lo cubría en señal de respeto, mientras la madre apretaba el rostro de su hijo muerto contra su pecho. El sanedrita, los condujo por la ladera del Calvario, a un sepulcro nuevo donde quedó depositado en un lienzo de lino que lo envolvía por completo. Una enorme roca, selló la sepultura y el corazón de María…

Igual que cada año en ese oscuro rincón del Pilar. Allí, donde las almas acuden de madrugada envueltas en abrigos, a contemplar el tránsito de sombras entre la penumbra de tenues faroles. Allí, donde el seco ruido del llamador, rompe el silencio de la noche, mientras las miradas deseosas de piedad, se recrean entre las duras alambradas que guardan nuestros pensamientos. Allí, donde lo efímero de la vida, se convierte en el breve triunfo de la muerte, en la apoteosis de la Madrugá. “Mors Mortem Superavit”…

Pero la Madrugá en mi casa empieza mucho antes. Cuando aún nos estamos lamiendo las heridas de la nostalgia del miércoles, el decorado empieza a teñirse de terciopelo verde. La túnica merina planchada en una percha, el capirote de rejilla, y los emblemas salpicando los rincones, denotan que llega la hora esperada. El tiempo se detiene, mientras la radio canturrea al fondo la bella sintonía con Margot…Su taconeo nervioso, tamborilea por la casa de un lado a otro, denotando víspera. Las manecillas del reloj se derriten como en un cuadro de Dalí, y los sonidos se mezclan con los recuerdos, en un collage de sentimientos. Ella no me da tregua. Viendo el esplendoroso jueves de mi pueblo, me va contando el itinerario de los armaos…

-Ahora mismo están de vuelta del Hospital. Y van para la Basílica…

Lleva el pelo recogido, que ese día todo le estorba en su cara dibujada. Y en su pecho, la medalla con el rostro de aquella que vivió en San Gil, pendiendo de un cordón verde y amarillo que no se quitará en lo que queda de semana. Cerca de la hora mágica de la ciudad, la dejo junto al cráter de ese volcán que en breve, inundará las calles de esperanza, apareciendo por un arco. Allí, donde hemos vivido todos los momentos importantes de nuestra vida. Allí, donde nos juramos amor eterno y presentamos a nuestros hijos. Y todo se desborda… No muy lejos, un recio nazareno alarga la zancada mientras dibuja sombras de dolor por las blancas paredes. Ese, que consuela a los que reman en las galeras del desprecio. El que visita a los que habitan en los sótanos del olvido…Ese, que le descose los pespuntes que sujetan las entretelas del alma a mi amigo Jose Oliva, que piensan en los suyos, que ya están con él, y que observan orgullosos como aquel niño al que le daban miedo las tormentas, cruza los cielos cubriendo mundiales con su micrófono…

Pero yo la tengo en el pensamiento. Vuelvo apresurado buscando en la noche oscura, el consuelo de su rostro; ese que buscas -como decía Cernuda- cuando la vida te pesa como un remordimiento. Y la miro de frente, mientras el sudario de la cruz juguetea con la fría brisa que abraza a la Buena Muerte. Y entonces pienso: qué más da…con el luto o de reina, en la plata o en la madera…que siendo tan diferentes, no se puede ser más bella. Que son la misma melodía, un perfume que pasa como un suspiro. Y cuando pasa la Piedad, solo queda la Esperanza…

Qué más da como te llamen,

qué más da como te digan…

te llamen como te llamen

tú sigues siendo la misma…

Con diadema y manto negro,

con corona y mariquillas.

Con faroles de caoba

o fina candelería.

Con oscuro muñidor

o plateada cruz de guía,

con la túnica ruán

o con la lana merina.

En la negra madrugada

o en el verde mediodía.

Te llamen como te llamen,

tú sigues siendo la misma.

Por las calles de mi pueblo,

desde Albaicín a Capilla,

camino la Catedral,

por Feria y Correduría.

Tú compartes el dolor

que acabará en agonía.

En el luto de la noche,

que dos faroles matizan,

en ese monte de cardos

donde solloza María.

O en el fervor de tu arco,

donde lloran de alegría,

al ver pasar a su Virgen

Entre vítores y vivas.

No me pidas que compare,

no me pidas que decida,

si el silencio de la noche

con el trío de capilla,

o la banda de Salteras

al son de tus bambalinas.

Qué más da como te llamen,

qué más da como te digan.

Si eres hermosa con pena

o con tu leve sonrisa.

Aquí, con perfil de madre,

Allí, perfil de chiquilla,

Que siendo tan diferentes

tú sigues siendo la misma.

En la quietud del Convento

donde la Merced habita,

o en el angosto dintel

de Santa Ángela bendita.

En la Cruz de Constantino

donde los reyes se humillan,

o en el tisú de tu manto

que hasta la noche ilumina,

con esa cara de cielo

que embelesa a quien la mira.

Ella es día y también noche,

es aurora y madrugada,

y en el cáliz de sus ojos

es aliento para mi alma.

Qué más da como te llamen,

qué más da como te digan.

Te llamen como te llamen

tú sigues siendo la misma.

Por eso quiero decirte,

flor de espino y azucena,

que teniendo gracia plena,

aquí te llaman Piedad,

y dentro de tu ciudad,

Esperanza Macarena.

 Autor: MANUEL ENRIQUE HUERTAS LEÓN


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