El reloj que nunca existió

12 mayo 2016
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De entre las diversas aficiones que tengo, la que siempre me ha gustado y de entre todas, la que más me entusiasma, es la de las estadísticas, sobre todo las que se refieren a nuestra Semana Santa, pues en mi condición de cofrade, aglutino todos los datos que llegan a mi poder respecto a las Hermandades de Penitencia, Gloria y Sacramentales. También poseo una gran colección de carteles anunciadores de las Fiestas de Sevilla, como son de su Semana Santa y su Feria y otro tipo de carteles, todos relacionados con Sevilla.

Otra de mis aficiones es la de conocer el perfil arquitectónico de Sevilla, como por ejemplo, sus torres, sus casas, sus iglesias, sus conventos, sus jardines, sus calles y plazas, sus fuentes y como no sus costumbres y tradiciones, cuya lectura es una invitación a pasear por los callejones de su historia, que es como únicamente seremos capaces de llegar a conocernos a nosotros mismos.

También poseo una singular estadística referida a los relojes públicos de Sevilla, esos bellos artilugios mecánicos, testigos inocentes del paso del tiempo, que marcan sin saberlo el transcurso de la historia….Y una noche, repasando mis apuntes respecto a los diferentes relojes que existen, como por ejemplo los de Morez de Jura, los de tipo Patrón de Ericson, los de tipo París o el construido por J.Wagner Neveux y colocado en 1849 en el antiguo Palacio de San Telmo o ese otro soberbio reloj de la Catedral, colocado sobre el interior de la Puerta de los Príncipes ante el Mauselo e Colón, que Juan Cullera construyera en 1788 para que marcara exclusivamente las horas litúrgicas, o aquél otro adosado al muro del cuerpo del campanario de la Giralda….Bueno, el caso s que las cuentas no me salían, me faltaba un reloj. Y me preguntaba a mí mismo, si sería acaso el de Santa Genoveva, o aquel de San Lorenzo que marca tan sevillanísima y entrañables horas, o el viejo y enfermo reloj del Hospital de las Cinco Llagas; quizás el de la Iglesia de San Andrés, que tan funerarias horas marca cada noche madrugada de Lunes Santo, o fuese tal vez aquel que a las 12 del mediodía de un 22 de abril de 1971 sonó por primera vez con los compases del pasodoble “La Giralda” instalado en el Templete del Ayuntamiento….O ocaso fuese ese inexorable reloj del que nos habla el Ave María, que marcará la última hora de nuestra existencia….No sé, el caso es que volvía a contarlos una y otra vez y me seguía faltando uno.

Y en mi condición de macareno, pensaba si sería por casualidad aquel que jamás llegó a marcar las horas jubilosas de la Coronación de la Virgen de la Esperanza Macarena….Ninguno de ellos faltaba en mis estadísticas; y para poder cuadrar mis cuentas, me fui al lugar donde creí haber visto instalado el reloj. Aquel imaginario reloj que cada año separaba en dos mitades exactas la noche del Jueves y la Madrugada del Viernes Santo, aquel que en la profundidad de la noche brillaba como un sol ante los resplandores de plata de la Luna y que atónito podía contemplar cómo la Macarena con su verde manto, se escapa por calle Resolana para ir en busca de aquella ventanita de la calle de la Feria….

O aquel fictício reloj que un 31 de mayo lloraba desconsolado al avanzar en sus horas, viendo cómo su Virgen de la Esperanza no regresaba… y debía volver coronada….

Sí, me faltaba, según mis cuentas un reloj y también pensaba si pudiese ser ese otro de números romanos, que todavía no sabe cuantos son los armaos porque solo le han enseñado a contar hasta sesenta…..

En fin, que al regresar de mis sueños, volví a repasar uno por uno todos mis apuntes y las cuentas están correctas….pero ahora, en plena lucidez y con las estadísticas en la mano ¡ Vive Dios que me sigue faltando un reloj!…aquel que en la profundidad de la noche brillaba como un sol… pero que nunca existió…

NHD. Jacinto García Prieto


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