Y todo, gracias a mi hermandad. La Macarena.

7 agosto 2013
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Hay ocasiones en la vida, en la cuales uno tiene esa desazón de haber llegado tarde. Esa sensación, melancólica, de estar viviendo algo, tremendamente bello y, que te hubiese gustado haberlo vivido desde mucho tiempo antes. Esa tristeza, provocada por el egoísmo,  humano, de querer más de aquello que nos gusta, que nos provoca sentimientos positivos, pero que desgraciadamente sólo tenemos por delante, hacia el futuro, y nunca hacia atrás.

Nunca podremos tener lo que no tuvimos, pero sí aquello que tendremos.

Pero, evidentemente, todo esta inmensidad de sensaciones encontradas, de alegrarte por algo y al mismo tiempo sentir tristeza, es provocado por algo que nos ha hecho sentir bien…muy bien.

Hace tiempo ya, tuve esa sensación de la que os hablo, cuando reflexionaba sobre lo que había supuesto para mí, y para mi vida, ser costalero de la Hermandad de la Macarena…Yo entré a formar parte de la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia cumplidos los treinta. Tenía a mis espaldas algunos años de experiencia, pero lo que iba a vivir a partir de entonces, simplemente…NO HAY PALABRAS. Y digo esto, no sólo por los momentos bajo el paso, o en los ensayos…lo digo por eso, y por muchas cosas más.

Haber entrado a formar parte de la cuadrilla de hermanos costaleros de la Hermandad de la Macarena, me ha permitido, en primer lugar, y sobre todo, conocer a gente estupenda. Me ha hecho crecer como persona, en el más amplio sentido de la frase. Me ha dado la satisfacción de ver disfrutar, felices, a mis hijos y a mi mujer. Me ha dado muchas más cosas de las que, sinceramente, yo le había dado a mi hermandad…

Por todo ello, cuando este año recibí el correo, solicitando la ayuda de tres familias macarenas, para acoger a tres niños bielorrusos que se habían quedado sin ellas, no lo dudé. No lo dudamos.

Pero, de nuevo, me equivoqué. Creía que era yo el que, de alguna manera, podía devolverles a ELLOS, y la Hermandad, un poco de lo que nos habían dado. Y, sin embargo, nuevamente, eran ELLOS, era la Virgen de la Esperanza, la que me daba…

Acoger a Palina, mi niña bielorrusa, me ha proporcionado una de las mayores satisfacciones de mi vida. Lo que mi familia, y sobre todo mi mujer y yo, hemos vivido, sentido, disfrutado…aprendido…en estos días de tener en casa a esta niña, sencillamente: NO SE PUEDE VALORAR, NO SE PUEDE MEDIR, NO SE PUEDE DESCRIBIR…Hemos reído, hemos llorado, hemos discutido, pero, sobre todo, hemos aprendido… Hemos aprendido que el ser humano, no es malo, es torpe. Es torpe porque, perdemos el tiempo en vaguedades y pequeñeces, que no aportan nada a nuestras vidas, cuando a poco que nos interesemos, a poco que pongamos de nuestra parte, podríamos hacer de este mundo, de esta vida, algo más sencillo, más hermoso. Hemos aprendido, cuánto se puede llegar a querer a un crío, sin ser hijo tuyo. Cuánto se puede llegar a querer a una persona, sin ser sangre de tu sangre. Y todo, gracias a mi Hermandad: La Macarena.

A todos aquellos que critican a las hermandades, y muy especialmente a los que dedican sus miradas hacia nosotros, no voy a recriminarles hoy nada, no voy a sermonearles, ni voy a criticarles nada. Únicamente voy a decirles una cosa: CUÁNTAS COSAS BELLAS DE ESTA VIDA OS PERDÉIS, POR CULPA DE VUESTRA CERRAZÓN, POR NO QUERER VER LAS DE COSAS BUENAS QUE LAS HERMANDADES HACEN POR LOS DEMÁS…

NHD Rafael Jesús Cuadrado Ramos


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