Cives macarenus sum por Antonio Burgos
Con tanto IPC y tanto Ibex 35 nos estamos olvidando de medidas sevillanísimas. En esta ciudad que tiene tantísimo sentido de la medida, para lo cual no hay más que ver el canon de un paso de palio. Nos estamos olvidando del IPT: el Índice del Precio de las Torrijas. Cada día más caras. En las pocas pastelerías que van quedando, te cobran ya por una minitorrija como hace tres cuaresmas por una torrija grande de toda la vida; por ejemplo, como esa torrija gorda que coge los todos lunes del alumbrado en la cena de pescado frito ese socio tintoreto de su caseta. Y nos estamos olvidando también del ICS: el Índice de Carajotes Sevillanos. Que está subiendo de modo preocupante. En Sevilla cada vez hay más carajotes que viven aquí como podían hacerlo en cualquier otra ciudad sin paladar ni gusto. Lo digo por la denuncia a la Policía Local contra el ensayo de los Armaos, contra los aires de Roma Andaluza con mejor garbo y compás de la Centuria, que presentó la otra noche una vecina no de Sevilla Este, sino de la mismísima calle Don Fadrique, donde acaba ese templo macareno que son Los Callejones (¿era de la calle Don Fadrique o era de Podemos?). Y digo lo del ICS porque se necesita ser carajote para denunciar a los armaos porque hacen ruido ensayando el paso ordinario mientras la banda toca un repeluco en forma de marcha: “Abelardo”.
A mí esto me ha traído muy malos recuerdos. Mi padre me contaba que en los tiempos republicanos y en sus vísperas, los armaos, durante los ensayos de la Centuria intramuros por la calle Macarena, tenían que usar las lanzas…¡para liarse a palos con los anarquistas y los comunistas de Casa Cornelio que iban a arrearles estopa por fachas! Ahora, menos mal, vamos todavía por la denuncia. Y como dice don Julio Domínguez Arjona, mi caboescolta de este diario Senatus Populusque Hispalensis, se empieza denunciando por ruido al tambor de Hidalgo mientras redobla con “Cristo del Amor” de Alberto Escámez, y se acaba llamando a la Policía Local contra los carráncanos del Sagrario por el jaleo que forman con la campanita dichosa; y contra las Hermanas de la Cruz porque desde la calle de Sor Ángela se escuchan demasiado sus celestiales cánticos; y contra el muñidor de La Mortaja por el dale que te pego a la esquila de Miguel Mañara; y hasta contra las campanas de la Giralda cuando repican en un pino mayor de primera clase por el Corpus o cuando sale la Virgen de los Reyes.
Me parece que es Muñoz y Pabón quien cuenta que una mañana de Viernes Santo, en aquellos tiempos aguardentosos de la Centuria anteriores al Melli que la metió en cintura, un armao con una papa muy simpática estaba formando gresca en una taberna de San Gil. Y que llamaron a los guardias. Y que acudió un municipal, a quien el armao, muy serio con su media tajá, le dijo:
— Yo a usted no lo reconozco como autoridad. ¡Yo dependo directamente de Poncio Pilatos!
Eso, eso tenía que haber dicho Pepe Hidalgo a los locales cuando llegaron y mandaron parar:
— La Centuria Macarena no reconoce la autoridad de Juan Espadas. Nosotros dependemos de Pilatos, que tiene su Casa al comienzo de la calle Caballerizas, donde a compás la cera llora.
Tenía el capitán de los armaos que haber dicho a los guardias como San Pablo: “Cives romanus sum”. ¿No le dio Julio César la ciudadanía romana a los gaditanos? Pues al pasar por el Arco se la concedió también a los macarenos, según me acaba de confirmar el cirio verde de Manolo Martínez tras imponerle la medalla de los 50 años en la hermandad a un viejo armao, a Manolito el Panaero, que tantas Madrugadas portó de alférez ese Pájaro que en su alto vuelo llega ahora a la Roma de los Césares y proclama que la Policía Local no tiene la menor autoridad sobre la Legio Tertia Macarena. Así que, ran, cataplán, ¡a seguir ensayando el paso ordinario para ir a ver el Jueves por la tarde a los niños enfermitos del Hospital después de recoger al capitán en su casa!
Publicado el 23 de marzo de 2017 en abcdesevilla.es/opinión -El recuadro-. Antonio Burgos.