Unidos por el amor, ahora eternamente por la muerte

Leemos, nos cuentan, nos hablan de historias de amor que ocurrieron en tiempos pasados y pensamos que ésto no ocurriría en nuestros días pero estamos equivocados ya que hay amores que siguen después de la muerte y éste es el caso del que quiero hablaros.
Veréis. El veintinueve de julio de dos mil siete falleció nuestro hermano Rafael y cuatro años después lo hace su mujer Antonia, pero lo hace de amor porque llevaban juntos cincuenta y cinco años y sólo la Macarena los separaba una madrugada cada año y Antonia lo consentía porque sabía con quién estaría esa madrugada. Y la Macarena los separó durante cuatro años. Se llevó a Rafael porque le faltaba un nazareno para llevar la vara del octavo del paso de Cristo y completar el cortejo que organiza con todos los macarenos que tienen la suerte de estar en el cielo con Ella. Pero repasando la nómina de personas que le valiesen, le faltaba una mujer chiquitita para desenvolverse con agilidad para convertirla en planchadora de túnicas de primera clase y esa era Antonia, ya que todos los años preparaba seis túnicas para que los suyos las lucieran durante la madrugada del Viernes Santo.
Durante esos años que estuvieron “separados”, ella le pedía todas las noches al Señor del Gran Poder, y a su Rafael, que se la llevasen con ellos, en su cama y sin molestar a nadie. Pero miren por donde, el fatídico uno de diciembre, tan Uno como otro, tenían ese día “cobertura” y le cogieron la llamada y se la llevaron con ellos.
Ahora cuando miremos al cielo y veamos dos estrellas juntas, una grande y otra chiquitita, son Rafael y Antonia, que desde arriba nos vigilan para que no nos desboquemos y para que no los olvidemos.
Y al Cristo de la Sentencia y a mi Esperanza Macarena les doy las gracias por tenerlos de nuevo juntos. Ya veréis que son buenos y lo de quererse es verdad y pido a todos que los dejemos descansar en paz. Amén
NHD Antonio Jiménez Lora