Se marcharon los niños bielorrusos

Con rostros cariacontecidos y alguna que otra lágrima rodando por las mejillas de los jóvenes y sus familias de acogidas, se despedían los niños que participan del programa de acogida, en la que participa la Hermandad de la Macarena, para que un grupo de niños bielorrusos puedan sanear sus cuerpos y protegerse de los efectos radioactivos que provocó la catástrofe de Chernobil.
Tras cuarenta y cinco días de estancia en la ciudad, retornaron a sus hogares con una nueva ilusión y con la alegría de saber que tienen en la Macarena, una familia que les proporciona el mejor bien: la Esperanza.
Ahora queda la espera y la nostalgia. Un año que discurrirá entre llamadas telefonicas y envíos postales y que harán el paso del tiempo más llevadero. Nunca tanta distancia albergó tanta alegría, pues cada uno de ellos es portador del mensaje de la Virgen.