La Cuaresma, tiempo de Misericordia y Conversión

Queridos hermanos:
El Papa Francisco ha expresado su deseo de que “la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (Bula Misericordiae vultus, 17); pues bien, el próximo miércoles iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma con el rito de la imposición de la ceniza, que nos recuerda que somos pecadores, siempre necesitados de experimentar la misericordia y el amor de Dios; y que hemos de estar permanentemente en actitud de conversión y de salida de nosotros mismos para ir al encuentro de nuestro hermano, desde el amor y la caridad.
La Cuaresma, más allá de ser un tiempo de preparación intensa para celebrar y vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor durante la Semana Santa, es un tiempo para volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios y a su Bendita Madre; dicho de otro modo: es tiempo de conversión, de dejar de mirarse a sí mismo egoísta y narcisistamente (poniendo la atención en los propios proyectos de vida, en las propias dificultades o en los propios deseos) y comenzar a mirar al Señor, Quien nos llevará a desviar nuestra mirada hacia el hermano que sufre la soledad, la incomprensión, la enfermedad, la pobreza, o cualquier otra clase de padecimiento físico o moral.
Como nos indica el Papa en su Mensaje para la Cuaresma de este año, “la misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia”; es decir, en la medida en que busquemos a Dios, Él nos hará sentir que nos ama, con un amor gratuito y desbordante, y en esa medida nos ayudará a amar al prójimo, a preocuparnos por el hermano, ya sea a un nivel individual o a nivel de Hermandad. En este sentido, creo que no debemos descuidar en nuestra Hermandad las relaciones de respeto, amor, perdón y reconciliación que deben presidir toda actuación entre cristianos, especialmente en este tiempo de conversión que ha de ser la Cuaresma; de otro modo, llegada la Madrugada y, durante ella, nuestra estación de penitencia a la S. I. Catedral, aquélla carecería del sentido penitencial genuino que tuvo en sus comienzos, y que aún hoy debe mantener.
Vivir en actitud de conversión es poner en práctica el mandato del Señor de amarnos mutuamente, como Él nos amó, llegando incluso a morir en la cruz por nuestra salvación. El mandamiento del amor lo podemos concretar en las siete obras de misericordia corporales (visitar al enfermo, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar al preso y enterrar al difunto) y en las siete obras de misericordia espirituales (enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos ajenos y rezar a Dios por los vivos y los difuntos), cuya práctica cambiará nuestro corazón, haciéndonos unos cristianos más comprometidos en el crecimiento de la fe.
No obstante, en este tiempo de Cuaresma no sólo estamos llamados a vivir las obras de misericordia, sino también a ofrecer a Dios un culto que le resulte agradable y que nos ayude a experimentar la Santidad del Señor. En este sentido, os animo a que hagamos Hermandad celebrando con fe y sincera piedad el Via crucis con el Señor de la Sentencia, el Quinario y la Función al Señor, el Septenario y la Función a Nuestra Señora de la Esperanza, la jornada de 24 horas para el Señor y la Estación de Penitencia, sin olvidarnos de la oración diaria, la Eucaristía dominical y la celebración del sacramento de la confesión.
Sólo así, como también nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma, “la Cuaresma de este Año Jubilar (será) para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia”, que cada cual deberá practicar poniendo la virtud de la caridad, del amor, en el centro de sus relaciones con los hermanos. Que Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y Nuestra Señora de la Esperanza nos concedan, en la Cuaresma del Año Jubilar de la Misericordia, una conversión auténtica del corazón y una vida nueva en la Pascua de Resurrección.
Antonio José Mellet Márquez,
Rector de la Basílica y
Director espiritual de la Hermandad