Los ojos misericordiosos de la Esperanza nos llevan al Señor

29 febrero 2016
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Queridos hermanos macarenos:

La celebración del Septenario a Nuestra Señora de la Esperanza es un culto de Regla que celebramos con máxima alegría y devoción, pues resulta una ocasión propicia para acercarnos a Jesús de la mano de su Bendita Madre, y bajo la mirada que brota de “esos tus ojos misericordiosos” (Oración de la Salve).

En esta Cuaresma 2016 ―la Cuaresma del Año Jubilar de la Misericordia― el Septenario está siendo presidido y predicado  por D. Adrián Sanabria Mejido, Vicario episcopal para la nueva Evangelización, quien ya predicase el Quinario al Señor de la Sentencia durante la Cuaresma 2015, y finalizará con la Función, el domingo Laetare, presidida por nuestro Arzobispo, D. Juan José Asenjo Pelegrina. En el Septenario nos encontramos con la mirada misericordiosa de Nuestra Señora, quien nos anima a buscar la verdadera fuente de santidad, que es su hijo Jesucristo, y el camino del Evangelio, entendido como amor y misericordia a favor del prójimo.

Asimismo, el Papa Francisco ha expresado su deseo de que “la iniciativa 24 horas para el Señor, a celebrarse durante el viernes y sábado que anteceden el IV domingo de Cuaresma, se incremente en las Diócesis” (Bula Misericordiae vultus, 17); esta iniciativa consiste en exponer el Santísimo Sacramento durante 24 horas seguidas para la adoración de los fieles y la oración personal y comunitaria. Concretamente, el día señalado es desde el viernes 4 de marzo, hasta el sábado 5. En nuestra Basílica, y al coincidir con la celebración del Septenario a Nuestra Señora de la Esperanza, el viernes señalado se expondrá el Santísimo al finalizar la Misa del sexto día del Septenario y, hasta el inicio de la Misa del séptimo y último día del Septenario, el sábado día siguiente, el Señor, presente en el Santísimo, estará expuesto para nuestra adoración y oración, durante 24 horas seguidas, sin interrupción incluso durante la noche.

Pertenece a la más genuina doctrina de la fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está verdadera, real y permanentemente en la Sagrada Forma que ha sido consagrada durante la Misa, mediante las palabras que el sacerdote pronuncia en nombre de Cristo, y que no son otras que las palabras de Jesucristo durante su Última Cena antes de ser entregado a la Pasión.

La Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía (el Santísimo, según denominación antiquísima) significa que el mismo Dios que se hizo hombre en la persona de Jesús y el mismo Jesús que predicó la llegada del Reino de Dios, hacía milagros, padeció, murió en la cruz, resucitó y ascendió al cielo, se hace presente, está y permanece en el Pan y el Vino consagrados, que dejan de ser pan y vino vulgares (aunque conserven la apariencia de pan y vino) para convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor.

Podemos imaginarnos, consecuentemente, la importancia de la Misa, la trascendencia del Sagrario ―donde custodiamos el mayor de los tesoros―, y la Exposición con el Santísimo, donde miramos cara a cara al Señor con los ojos de la fe y la mirada del alma.

Es por ello que quisiera animaros, en primer lugar, a que participéis del Septenario y de la Función con una renovada fe y devoción a la Santísima Virgen; en segundo lugar a que, especialmente en este tiempo de Cuaresma, visitéis con mayor frecuencia el Sagrario para hacer oración delante de él, porque allí está el Señor verdaderamente; y, por último, desearía invitaros a que os acerquéis durante la jornada 24 horas para el Señor a la Basílica y permanezcáis todo el tiempo que deseéis junto a Él, hablándole de corazón a corazón y escuchando, en lo íntimo de vuestro ser, las enseñanzas que el Señor os desee transmitir. Durante esas 24 horas no faltarán sacerdotes disponibles para la confesión sacramental, tan necesaria en este tiempo de gracia y conversión, que es la Cuaresma.

Como nos exhorta el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de este año, “no perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez, reconociéndose como la humilde esclava del Señor”. Pues pidamos para que la intercesión de Nuestra Señora de la Esperanza nos acerque aún más a su Hijo y experimentemos el don de la misericordia divina durante el Septenario que hemos iniciado y la jornada 24 horas para el Señor.

Antonio José Mellet Márquez,

Rector de la Basílica y

Director espiritual de la Hermandad


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