¡Cristo ha Resucitado!

Queridos hermanos: ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Jesucristo, el Señor, después de morir crucificado y ser sepultado, ha resucitado, destruyendo el poder del pecado y de la muerte, y ofreciéndonos el mejor motivo de esperanza en nuestras vidas, como es poder alcanzar algún día la vida nueva y definitiva en el Reino de Dios; porque la resurrección de Cristo no fue un volver a la misma vida que, previamente a su muerte, llevara, sino que fue inaugurar una nueva y definitiva vida de alegría sin fin, la misma vida a la que aspiramos los cristianos que hemos puesto nuestra fe y nuestra esperanza en Jesús, el Señor.
En efecto, los cristianos no hemos puesto nuestra fe en un simple personaje histórico que haya muerto y permanecido en la muerte, sino en Jesucristo, Dios hecho hombre que verdaderamente murió en la cruz ―experimentó verdaderamente la muerte―, pero que, resucitando, la venció y, con ello, se ha convertido en Señor, porque a todos los que en Él creemos nos promete compartir esa misma vida plena y definitiva.
Especialmente importante para experimentar esta alegría espiritual y crecer en la esperanza pascual, resulta para nosotros este tiempo litúrgico de la Pascua; en la liturgia celebraremos este gran Misterio de la Resurrección del Señor durante la Cincuentena Pascual, esto es, los cincuenta días durante los cuales prolongamos la alegría de la Resurrección del Señor, hasta la solemnidad de Pentecostés, cuando celebremos la venida del Espíritu Santo, después de haber recordado el acontecimiento de la Ascensión del Señor, en el domingo previo a Pentecostés. El tiempo litúrgico de la Pascua es un momento privilegiado del año litúrgico para profundizar en el núcleo central de nuestra fe, esto es, la Resurrección del Señor.
Por ello, hermanos macarenos, os invito a que, especialmente en el presente Año Jubilar de la Misericordia, aprovechemos espiritualmente esta oportunidad de vivir la Resurrección del Señor para crecer en la fe en Jesucristo y en la esperanza de una vida plena en su presencia, así como a fortalecer nuestra piedad mariana, nuestra devoción a la Madre del Salvador, que tanta alegría experimentaría por la resurrección de su Hijo.
En este sentido, resulta interesante comprobar cómo no aparece en los relatos de los Evangelios o en el Libro de los Hechos de los Apóstoles ninguna aparición de Jesús resucitado a su Madre y, en cambio, sí y en numerosas ocasiones a los discípulos; no obstante, la piedad popular desde antiguo ha sostenido que María fue la primera que experimentó en su alma la resurrección del Señor y, sin necesidad de aparición alguna que corroborase su experiencia, fue la primera que creyó en la resurrección del Hijo y, con ella, en la acción salvadora definitiva de Jesús a favor de todos los hombres.
Así pues, os recomiendo en este tiempo de Pascua la oración que rezamos en sustitución del Ángelus, el Regina coeli o antífona que cada día rezamos al mediodía dirigiéndonos a la Santísima Virgen y uniéndonos a su alegría por la resurrección del Hijo; la oración del Regina coeli está recomendada por la Iglesia especialmente para este tiempo Pascual, y es como sigue:
Reina del cielo, alégrate ¡Aleluya!
Porque el Señor, a quien has merecido llevar ¡Aleluya!
Ha resucitado según su palabra ¡Aleluya!
Ruega al Señor por nosotros ¡Aleluya!
Oración: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Que Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima de la Esperanza Macarena nos concedan una hermosa experiencia de la Resurrección de Cristo durante esta Cincuentena Pascual, a fin de que en los momentos de dificultad y de prueba no caigamos en la desesperanza sino que, más bien al contrario, recordemos que hemos sido creados para compartir eternamente la vida de Cristo resucitado.
Antonio J. Mellet Márquez,
Rector de la Basílica y
Director espiritual de la Hermandad