VIVENCIAS DE UNA MACARENA (II)

21 mayo 2012
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Y llegó el gran día. A pesar de las incertidumbres del tiempo que habíamos tenido salió el sol. Me desperté muy temprano, pues estaba tan nerviosa que la cama me echaba fuera. Ya lo tenía todo dispuesto en la habitación, mi túnica, mi papeleta de sitio, las estampas y medallitas que daría en esa noche tan especial, mi medalla de hermana,,, Y junto a todo eso, la foto de mi abuela Rosario, que me acompañaría en esa gran noche, que la acompañaría toda la madrugada.

Ese día, comí temprano para poderme echar un rato en la cama y estar bien para la noche, no sabía cómo lo iba a llevar. Lo que tenía muy claro es que ELLOS me darían fuerza y aliento para la madrugá. Pero no pude pegar ojo, el corazón se me aceleraba a medida que pasaban las horas mientras que estaba en la cama hablaba con varios hermanos que, a pesar de que ellos llevaban ya años de estaciones, estaban igual que yo.

Y llegó la hora. Salí de casa dirección a Sevilla, mi Sevilla y con una pena enorme porque llovía a mares. No sabíamos si podríamos hacer la estación de penitencia, y eso me acongojaba por minutos, Mientras iba en el coche el móvil no dejaba de sonar. Al igual que esa tarde y muchos días atrás. Todos estábamos igual, con el temor de algo que no queríamos que sucediera.

Ya en casa de mi hermana Macarena, intentamos tranquilizarnos las dos con un café, ¡y vaya café! Qué de confesiones en esa cocina. Llevaba tantos nervios en mi interior, tantos sentimientos, Sabía que esa noche iba a ser muy especial, tanto para mí como para otra persona que también iba a cumplir un sueño muy deseado.

Empezamos a vestirnos. Madre mía qué momento, aún lo recuerdo como si fuera ayer. Yo con mi túnica de ÉL y Macarena con la túnica de ELLA. Y como siempre tienen que suceder anécdotas, Cuando me voy a colocar la capa para que mi hermana me ayudase, el escudo está torcido. Las dos histéricas. Ea, a descoser y coser nuevamente. Solucionado el problema, fuimos a recoger a otro hermano para poder ir juntos a la Basílica. Se nos notaba a los tres el nerviosismo por la noche que amenazaba lluvia, con ganas de llegar y con la ESPERANZA siempre acompañándonos.

Nos dejaron en el lateral del Parlamento. Momento crucial. Nos pusimos los capirotes y camino a la Gloria. Ese apretón de mano que me diste al bajar del coche Macarena lo dijo todo.

Qué momentos. Nos abría paso la multitud de personas que esperaban esa gran noche. Llegamos hasta San Gil, con la papeleta de sitio en la mano para poder acceder a nuestro sitio, pendiente de todo, no quería que se me escapara nada y poderlo grabar en mi retina. Los cirios todos preparados, los hermanos allí concentrados. Entré en el pasillo y vi a Antonio, qué tranquilidad me dio ese abrazo, ahí supe que la madrugá empezaba, que mi primera madrugá dentro comenzaba.

Entré y allí estaban ELLOS, junto a todos mis hermanos impacientes. Pasé por detrás de NUESTRA SEÑORA, besé su manto, y me postré ante ELLA. Le dije tantas cosas en ese breve instante. ¡Me acordé de tanta gente en ese momento! Me dirigí ante ÉL, me agarré a la manigueta mientras lo miraba y se me cayó el mundo encima. Eran tantos los años que había deseado ese momento, que había esperado tanto. Pero estaba allí, en ese lugar tan privilegiado para tantos macarenos. Con lágrimas en los ojos me dirigí  al altar de Santa Ángela, el lugar desde donde empezaría a formar parte de la estación.

Allí, mis ojos iban desde EL hacia ELLA, con mis hermanos del tercer tramo de CRISTO y junto a la persona que más quería en ese momento que estuviera a mi lado, era mi primer año allí y tanto él como yo sabíamos lo importante que era. Esa hora y pico que estuvimos con tanta gente alrededor y a la vez tan solos, esos sentimientos compartidos y a la vez tan silenciosos, ese intercambio de miradas, de gestos ante nuestros Titulares. La venia de los hermanos del Gran Poder, la llegada de los armaos, Y llegó el momento de que me entregaran mi cirio. Ya lo tenía en mi mano, la cruz de guía apoyada en la puerta. Llegaba el momento, ese momento tan soñado de años atrás, desde mi niñez Iba a acompañarlos en esa gran noche, ocultando mi rostro tras el capirote y toda una noche para pensar, para reflexionar tantas cosas, para sentir desde otro punto de vista la madrugá. Recordar cada esquina, cada calle donde los he visto desde pequeña. Resolana, Feria, Duque, Santa Ángela, cada minuto que pasaba más disfrutaba viendo la cara de tantos desconocidos, esperándolos a ELLOS, pidiéndote una simple estampa, un caramelo o una medallita, como yo había hecho cuando pequeña.

Y llegamos al Duque, iba a vivir otra experiencia nueva, carrera oficial, palquillo, Sierpes, y justo antes de entrar en la Catedral, levanto mis ojos y veo lo que jamás imaginé a NUESTRO SEÑOR DEL GRAN PODER que venía saliendo de la catedral, el corazón se me encogió en ese instante, respiré hondo y entré en el gran templo de Sevilla; sabía que allí viviría otro momento inolvidable, pues sólo esa noche de nuestra gran semana, estaría abierto el Altar Del Altísimo, reverencia ante ÉL, fuerzas en mi ser, y sones de armaos pasando por la carrera oficial.

Continuamos nuestro recorrido, llegamos al Salvador, Cuna y un parón por el paso de los Gitanos. En ese instante, uno de los hermanos me dice: ¿has mirado atrás? me giro y lo veo a lo lejos. El corazón empezó a latir en mi pecho y no daba crédito a lo que mis ojos divisaban. A pesar de los tramos estaba viéndole, la razón por la que estaba allí.

NHDª Cristina Paradas Alfonso


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