Nunca estuve solo

Mi amistad con la familia Muñiz se remonta a veintinueve años; amistad que se ha mantenido pese a la distancia de más de ochocientos kilómetros que nos separan Por vicisitudes de la vida, mi esposa y yo, un día hicimos encarecidamente una petición a La Señora y como siempre, Ella nos atendió. Agradecido, decidí acompañarla en su salida a la S.I. Catedral. Pero ¿cómo se hacía aquello? Yo no era de Sevilla, pero sí la familia Muñiz y además del barrio de La Macarena, y ellos en ningún momento me abandonaron: Primero, para llevarme al lugar en que me confeccionasen la túnica, luego como solícitos padrinos en mi Jura de Reglas e Imposición de Medalla y finalmente, acompañándome en la Estación de Penitencia, pues el hermano que siempre va detrás de mí es un miembro de la familia Muñiz. Y por supuesto y aunque no la veía a Ella, yo sabía que Ella también me estaba acompañando y que, al mirar por todos y cada uno de los que a su lado íbamos, también miraba por mí.
Durante todo el recorrido tuve muchas sensaciones; sensaciones que en muchas ocasiones hicieron aflorar las lágrimas a mis ojos y que nunca podré olvidar como tampoco podré olvidar la forma en que, Miguel Muñiz, el hermano macareno que detrás de mí siempre va, me dio la bienvenida a la Hermandad. Lo hizo de esta forma:
Tiene la Virgen la cara
entre sonrisas y penas.
La basílica está llena
de sus hijos que la adoran,
que acompañarán sus pasos
por las calles de Sevilla.
Que la dirán que la quieren,
que la llamarán bonita
con ese tono especial
que un hijo llama a su madre.
Porque la quiere alegrar,
de esa pena que le cae
por ese hijo que muere,
que no lo puede evitar.
Pero la Virgen esta noche
mira de un modo especial.
Parece que está buscando
a una persona concreta:
A una persona especial.
Alguien que cuando la vio
no se lo pudo aguantar,
y sus lágrimas mojaron
esas calles de Sevilla
y se llegaron a juntar
con lágrimas macarenas
que lloran cada mañana
de alegría, de emoción,
con la Reina Macarena
porque es la Madre de Dios.
Macarena, ¿qué te pasa?
¿Por qué sonríes y lloras?
¿Por qué tu rostro divino
más iluminado está?
Yo lloro por ese Hijo
que en la cruz van a matar,
y sonrío por otro hijo
que desde tan lejos vino
para acompañar mi paso
por las calles de Sevilla
el jueves, en la “madrugá”.
La Virgen siguió pendiente
de su hijo, el de Bilbao,
que una mañana, en Sevilla
de una Reina Macarena
se enamoró para siempre,
por toda la eternidad.
Por todo ello mi agradecimiento a todos: A la familia Muñiz, a mis hermanos de Hermandad, a la Junta de Gobierno que, con ocasión de una visita de las muchas que por obligación realizo a Sevilla, tan amablemente me atendió y también ¡por qué no!, al diputado de tramo que, cuando salí en procesión por primera vez, me llamó la atención muy severamente porque estaba dando cera a un niño. Nunca olvidaré su recomendación: El cirio es para alumbrar, no para dar cera. Lo que aquí no comento es, lo que, refiriéndose al mencionado diputado de tramo me dijo un miembro de la Junta de Gobierno. A todos, mi más sincero reconocimiento.
NHD Rufino Iglesias Arroyabe