A la Virgen del Rosario
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla …”, decía el poeta. Y mi infancia también son recuerdos de un patio en un pueblo de Córdoba, donde a media tarde y a la voz de Doña Encarna se paralizaba la calle y los vecinos de ambas aceras se juntaban en el patio de su casa para rezar el Rosario. No había lugar a las excusas y menos a las protestas. Mayores y niños se juntaban al oír su voz, que sonaba como la campana de la iglesia.
Qué bueno es que esos recuerdos al revivirlos produzcan la misma sensación de entonces. Dos familias, muy numerosas, unidas en el rezo del Rosario. Se paralizaban las actividades, los juegos, las tertulias, todo, para volver a lo mismo después del Rosario. Y no pasaba nada. Había tiempo para todo, hasta para aprender, los que éramos más pequeños, que con María recorríamos los momentos más importantes de nuestra Historia de Salvación. Que María era feliz con el anuncio de Ángel y visitando a su prima Isabel y que sufría mucho al pie de la Cruz.
No hubo para mi mejor catequesis que la del Rosario. En ella aprendí a conocer a Jesús de la mano de María. En ella me sentí miembro de una Iglesia, sencilla y entrañable, la que formábamos las dos familias y en ella aprendí que Jesús y María no interrumpen nuestros juegos o nuestras actividades sino que los enriquecen.
Dice el Papa Santo, Juan Pablo II:
“Cuando recita el Rosario, la comunidad cristiana está en sintonía con el recuerdo y con la mirada de María”.
“Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la escuela de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje”.
En nuestras manos está el hacer un mudo mejor si lo miramos con los ojos de María. Llenándolo de dulzura, de belleza, de amor. María es “Madre” y “Maestra”, que nos enseña a escuchar a meditar y a seguir los pasos de Jesús.
Que María, Madre nuestra y Madre del Rosario, nos ayude a seguir los pasos de Cristo.
Fco. Javier Jaén Toscano O. C. D.
Convento del Santo Ángel de Sevilla