El día de la Esperanza
Somos mejores de lo que imaginamos. De vez en cuando tenemos esa oportunidad de acompañar a los amigos.
Cuando nos dan una de esas noticias que nos hielan el alma, al principio sentimos el frío de la soledad, la áspera arista del dolor que se clava sin que hayamos podido prevenir su ataque inmisericordie. Lo escribía ayer en estas mismas páginas el compañero Javier Rubio con una prosa bélica, auténtica, desgarrada. No era un juego literario. Como en el memorable pasaje de Núñez de Herrera, había puesto el corazón encima del artículo como si fuera un pisapapeles. Escribir así es un tormento y una catarsis.
Ustedes me van a perdonar, pero hoy no puedo escribir de otro asunto. Me vais a perdonar y vais a compartir conmigo una de esas tres o cuatro verdades que nos sostiene por dentro. Porque el dolor, además de ser un ministro que nos agarra con tenazas de óxido, es una maravillosa oportunidad para darnos cuenta de que no estamos solos. Somos mejor de lo que imaginamos cuando nos ensañamos con el látigo de la culpa. Algunos de nosotros somos capaces de hacer daño, mucho daño. Pero de vez en cuando tenemos esa oportunidad de acompañar a los amigos, de ofrecerle la mano y el abrazo, de abrir el corazón y decirle, en público y en privado, que aquí estamos par lo que necesite.
Lo hemos escrito más de una vez, y lo seguiremos haciendo hasta que doblemos la servilleta y cerremos definitivamente el ordenador. Sevilla es algo más, mucho más que una sucesión de monumentos, que un collar de costumbres, que una acumulación de fiestas en el calendario. Sevilla va mucho más allá del tipismo y del antisevillanismo, de la imaginería y los versos, del incienso y la memoria. Sevilla es una red de afectos o no es nada. Una red tejida y anudada por los que ven en el amigo a alguien más que a un compañero de juergas o de chácharas. Lo escribo con conocimiento de causa, porque yo también he pasado por ahí, por el amargo cáliz que se dispensa cada Jueves Santo en la calle Feria, cuando el Ángel nos salva ante la incertidumbre humanísima de Jesús.
María y José llegaron a Belén con esa incertidumbre. Les negaron la posada. Y desde entonces tenemos ese reto todos los que hemos venido detrás. Primero fueron los pastores, y luego los Magos. Dios es la suprema compañía que se trocea en las migajas que manejamos los humanos. No hace falta que entre en detalles. Todos sabéis que estoy hablando de lo que os pasa a cada uno de vosotros, de lo que ha sucedido cuando pensabais que estabais solos ante el peligro y de pronto aparecieron los demás, los que estaban dormidos en el Getsemaní de la rutina.
Sin saber de qué iba a escribir este Nodo -seguimos apretando los nudos que nos unen- de hoy, el poeta nos mandado una décima con una estampa dentro. ¿De quién ? La pregunta cae sola. ¿De quién va a ser? De la Misma a la que hizo mención otro nudo de esa red cuando esta mañana nos señaló el Arco que abre el camino que lleva impreso en su nombre, La estampa está aquí. De perfil. Mirando al futuro que empieza hoy. Que me perdonen los macarenos, pero antes que en su basílica, Ella habita en los hospitales donde todos los días son, como hoy, el día de la Esperanza.
Autor: Francisco Robles. Publicado en NO&DO de ABC de Sevilla el 10 de mayo de 2017
Fotografía NHD. Chema Romero