El legado de Miguel Loreto

Llevó a su Señor con la seriedad que a las cosas de Dios corresponde y la gracia que lo macareno exige.
El nombre de Miguel Loreto queda para siempre en la historia de la Macarena y su recuerdo en el corazón de los macarenos no sólo por haber sido junto a Luis León, capataz general de la cofradía y maestro del dragón, el iniciador de los costaleros macarenos, ni sólo por el arte con el que llevó ese barco grande y poderoso, sino porque él y los hombres que mandó fueron claves en la propagación de la devoción al Señor de la Sentencia. Y siempre evitando el lucimiento, poniéndose al servicio del Señor en su estación de penitencia y haciendo hermandad -creando fraternidad macarena entre los costaleros y entre estos y la Hermandad- el resto del año.
De esta estrecha unión nació, como si brotara del corazón, la forma extraordinaria, única, en que llevaban y llevan el paso, con tanta gracia seria, con tan dulce fuerza, con tanta mesura. La Macarena siempre ha encontrado su gloria templando esa desmesura que es tan suya, citando al exceso para después burlarlo. ¡Cómo llevaba Loreto ese paso! ¡Qué arrojo, qué valentía, qué gracia, qué medida, qué delicadeza, qué fuerza, qué pequeños y apenas apuntados adornos -el amago de paso atrás- cuando terminaba la marcha, sonaban los tambores, redoblaba Hidalgo y el barco rompía como si se liberara la fuerza hasta entonces contenida! ¡Qué macareno! ¡Cuántas lágrimas he llorado viéndolo! Y todo en ofrenda al Señor, tan manso en medio de tanto poderío, cumpliéndose el mandato macareno de dar a sus sagradas imágenes lo mejor -bordados, orfebrerías, músicas, forma de llevar los pasos- para que todo se borrara y sólo ellos resplandecieran.